viernes, 18 de septiembre de 2020

Traun

El agua es turbia bajo el bote, sin embargo el detective Traun no se da por vencido. Está buscando una pista, algo que lo acerque a develar el misterio de aquél asesinato. Entonces lo ve, asomando apenas a la superficie y ordena que detengan la embarcación...

una mancha metálica flotaba indiscreta acercándose a la pequeña barca. La luna se había encargado de su aspecto acerado y el viento la llevaba irremediablemente hasta la manos de Traun. Una vez asida, la solitaria forma, que contrastaba la turbiedad del lago se deshizo en un líquido viscoso que Traun palpó reflexivo y transido, atravesado de meditaciones. ¿Podría ser esta una mancha navegando solitaria, o es que vienes a confesarme tu delito? Vamos amiga, muéstrame, se dijo, al tiempo que examinaba con sus dedos el líquido viscoso. Acto seguido, alzó la mirada, y fue recompensada la enorme paciencia de ese hombre sabueso. Tuvo un momento más silente aun: Frente a él, una franja titilante circundaba la casa sobre el lago, rodeándola de extremo a extremo hasta perderse.

Los que conocen a Traun cuentan sin azoro el romántico pacto que hay entre él y la luna. Aunque para mí no es tan sencillo decirlo, y a falta de pruebas he andado tras ellas como un cazador tras su presa, solamente he obtenido lo mismo en cada taberna una voz ebria y hosca que repite: "Es simple muchacho, él vive enamorado de la luna y ella cuida de él como un centinela por la noche".

Cierto o no, aquella frase viene a aparecer cada vez que suceden estas cosas. Porque en el preciso instante que Traun buscó un yesquero en su bolsillo para cotejar sus conclusiones, un travieso, o quizás, oportuno haz de luz penetró la densa niebla que ocultaba la luna y fue a parar sobre el remero iluminando su torso, quien ocultando la fiera expresión de su cólera era delatado por la reverberación de una navaja.

Traun clavó sus ojos en las pupilas encendidas del remero, y calmo le dijo:

- Bien Ren, hasta aquí puedo decir que han terminado mis servicios.

Ren escondió de la luz el afilado metal y exhalando la vida por sus fosas respondió.

- Siempre supe que eras el mejor detective Traun, qué has hallado.

- Bien muchacho, te diré. Un hombre, tu mejor amigo, ha muerto ahogado con un necio olor a combustible que también rodea su casa, dejando una esposa arrepentida de un affaire innecesario con un truhan que no necesita más castigo que el veneno de su cólera.

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