viernes, 8 de marzo de 2013

El final de las historias (x)

Después de una mañana atrapado en vanos pensamientos, quehaceres hechos a la mitad y en el doble de tiempo seguía en el sendero de la duda, deambulando entre la idea de un mensaje o una llamada hasta la llegada de la tarde. Y no fue el sol de octubre sino el sabor maternal de un suculento almuerzo que me distrajo y suprimió mis vacilaciones. Tomé el celular con la temperatura en calma y mi tempestad hecha una fresca, sentí sumar dos más dos al  marcar su número. Mi primera certidumbre. Sin temor de oírle y aguardando con la misma reacción de quienes saludan por inercia, esperé su voz sin drama alguno, desde el invisible lado donde se encontraba. Algunos segundos de un monótono sonido y no tardó más su voz en su llegada.

Tengo dos cosas que decirte: La primera es que me muero por ir a Barranco y comer anticuchos y la segunda... Hmmm....
- Empieza siempre por la segunda, porque sé que la primera no la vas a olvidar. Es que yo tengo muy buena memoria. Cuando me digas lo mismo te lo voy a recordar...

Y sabes, como solías decirme, me asombra tu memoria. 

Caí en la cuenta de que algún error cometí al llamarle. Una voz desatendida pasó por alto mis pocas palabras,y una impresionante oquedad suprimió mi azorado ingenio, pues no llegué a tejer idea alguna, y mi socorro fue mutismo breve, antes de que una despedida sonara a "¡Basta!". Después de poner fin a su vacío, sentí caer al suelo su lejana ternura como un reguero de vidrio. La misma voz que entonó sonrisas saltándose los umbrales del encanto, y dejándome inquieto desbordado de ternura a kilómetros de distancia detrás de un telefono, se vistió de indiferencia y lo entendí al momento. Escampó ese diecinueve para mí, con la aridez de su voz, y la postura de un decir ajeno.
Me quedó un renuente reflejo de observar el celular. Y un "nunca más" se metió reptando por mi oído, esperando verme cogerlo para espetarme aquel recuerdo. Esa tarde, solo en el pasillo, cerca de la mampara aún con la luz de mi móvil encendido le di a tres pájaros de un solo tiro: mi ansiedad, un sueño y su recuerdo. Pero uno quedo en vuelo, pues todavía sigo escribiendo.

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