sábado, 29 de septiembre de 2018

Partir

En la noche, cuando el brillo de las estrellas se esconde tras el cielo (embarrado de leche que figura inimaginables tonterías) y la modernidad me entrega a estos brillos artificiales de lampara y televisor, apago todo ruido de mi pensamiento y enciendo mi soledad. Así, solitario en un cuarto de paredes celestes y celestiales parto hacia la cálida marea de mi imaginación y levo el ancla mientras sopla mi mente.

A do llegaré esta noche de ladridos y negrura (que oigo a duras penas desde la real costa franca). En la cama unos pies juguetean y conviven con los míos, son felices en su movimiento alegre. La alegría sube y baja y las sonrisas bullen como golondrinas primaverales que aletean en dulce y armonioso repase del imperio de los aires. Aletean sin final, porque la alegría convive pareja multiplicándose. Ella sonríe y besa y vuelve a sonreír. El guionista, enamorado, ha perdido la vergüenza en pleno mes de abril y decanta frases de amor risueño que vuelven de ella a él y dispone así un dulce y lento remanso a la barca de los sueños. Las dos lunas de sus ojos enternecen mi cielo, y la estela de este amor se consume en franca ternura. Sepárame del tiempo en tus letras eternas. Él no dijo cómo, tampoco dijo por qué, repentinamente un maretazo golpea nuestra embarcación. Su mano no está nerviosa y no desprende ese antojadizo líquido incontenible y presente cuando no sabía si era bueno lo que iba a decir. El guionista enfermó, descuida las frases y revela su mal en palabras de desamor. La partida y la indiferencia toman el lugar de los besos y los abrazos. Ella, toma la puerta y parte cuando el sol se pone, él, es testigo de su espalda alejarse, del mismo lugar donde apoyaba sus afectos y calla. El temporal empieza y hay que partir, la marea y el crispamiento de sus olas rompen contra el solitario barco de madera feble. El navegante abre los ojos y despierta en su cama. No hay otro par de pies, ni juegos nocturnos, no hay voces amparadas en el sigilo de la noche. Una ola de la borrasca parece haber llegado a su alcoba a sacarle de la dilecta acción de imaginar. ¿Qué es imaginar a esta hora de la noche, a la hora de los pies sobre la cama? ¿Qué es partir al infinito mundo de la imaginación, cuando las estrellas no prenden en el cielo? ¿Qué es la noche en esta calenda mustia de febrero? Cuando no son cuatro sino dos, cuando el cielo no se ve estelar y radiante, y febrero no brilla por ser víspera de carnaval, es porque imaginar en el diccionario de mi nostalgia tiene el mismo significado que recordar. Y las únicas estrellas de esta noche titilan abismándose, suicidas de mis ojos.












No hay comentarios:

Publicar un comentario