martes, 25 de enero de 2011

La última página.

Cuando las historias se acaban y son buenas siempre hay algo más que decir, que imaginar, que inventar para que no terminen. Cada vez que por alguna razón se acerca tu nombre suelo pensarlo; culpas, palabras, noches, juegos, las benditas fases de la luna y una muerta manera de querer que ya el tiempo ni el olor ha dejado. Mis poemas fueron la mejor invención para acercarte a mí para jugar con el tiempo, doblarlo y darle ese imposible para atrás que tan bien le haría a muchos. Por qué. No lo sé, nació de repente en el momento justo que sabía que ya no iba a verte, como cuando sabiendo que no puedes ganar un juego empiezas a jugar otro en el que sabes que sí puedes ganar. Como la nostalgia se prolonga en la mente del que escribe, he sido feliz con la soledad de mis pasos.

El consuelo de mi soledad, cada paso respirando mis pensamientos en estos años han sido por cuenta mía por puro gusto a la desidia de intentar hacer posible lo imposible. 
He entendido claramente que si hay algo que no puedo olvidar es la polución que anegó mis pensamientos en desenfreno que derrama puro escepticismo y que, por sobre todo, cuando me ayuda beber a escudriñar mi memoria no hay nostalgia por ti sino por tu recuerdo. El  mismo componente de cada poema que le dio vida a mis latidos le quitó su sonido. Yo no esperaba este día con ganas, ni siquiera lo imaginé, la ultima vez que de ti escriba que perfore mis ideas con tus recuerdos, que el color verde, el color de tus ojos y lo que de ti queda sea lo que perdure en pensamientos y que todos mis amores lleven tu nombre por algún complejo artificio del destino. Qué abstruso este invisible sistema de poleas donde sube y baja como llegada y salida, se asoma a tu casa la vida y muere con su primer llanto el recuerdo de tantos días.

No hay comentarios:

Publicar un comentario